lunes, 2 de noviembre de 2009

Texto para 11

REVOLUCIONES Y DICTADURAS EN ÁMERICA LATINA

En la historia contemporánea del continente latinoame¬ricano, las revoluciones y las dictaduras ocupan un lugar central tanto por la frecuencia con la que se han repetido estos fenómenos como por el impacto que tuvieron y tie¬nen, en los más diversos aspectos de la sociedad latinoa¬mericana. Sólo en épocas recientes se gestaron procesos democráticos que, aparentemente, han puesto fin a las intentonas golpistas y a los impulsos revolucionarios. Sin embargo, ese proceso que se inicia a partir de finales de los años 1980 y comienzos de los noventa todavía debe consolidarse, pues lo que se observa hoy en día, en varios países del continente, es una profunda inestabilidad polí¬tica que amenaza las frágiles bases democráticas de la región.
A lo largo de este ámbito se analizarán las revoluciones sociopolíticas en América Latina durante el siglo XX.

POSIBLES DEFINICIONES DE “REVOLUCIÓN” Y “DICTADURA”

La revolución puede ser definida como una ruptura decisiva, un proceso de cambio rápido, que tiene amplias repercusiones en el plano político, económico, social, cultural y religioso. Este proceso se lleva a cabo bajo la presión de un sector social que, mediante el recur¬so a la violencia, enfrenta y derrota al poder estableci¬do. De acuerdo con esta definición, los procesos revolucionarios que se dieron durante el siglo XX en América Latina sólo triunfaron en tres ocasiones: México (1910), Cuba (1959) y Nicaragua (1979).

En cuanto a las dictaduras, un fenómeno mucho más frecuente en la historia del continente, se puede decir que son regímenes políticos que presentan tres características principales:

• La fuerza y la violencia, que les permite acceder y perpetuarse en el poder.

• El autoritarismo y la arbitrariedad, mediante los cuales suprimen las libertades de los ciudadanos.

• Una limitada legitimidad, pues ponen fin a la estruc¬tura política considerada como normal por la mayor parte de la población.

El estudio de las revoluciones y dictaduras presenta algunas dificultades. En primer lugar, resulta muy problemático establecer causas generales que expliquen el triunfo de las revoluciones y de las dictaduras. Comúnmente, se dice que las injusticias sociales y la exclusión política constituyen el contexto ideal para el surgimiento y consolidación de los movimientos revolucionarios. Sin embargo, la observación histórica demuestra que no se pueden establecer esquemas rígidos: es evidente, por ejemplo, que la pobreza y el marginamiento político no bastan para explicar la aparición de movimientos revolucionarios, pues existen países pobres y muy poco democráticos en los que no se han dado ese tipo de movimientos. En realidad, el triunfo o el fracaso de las revoluciones y de las dictaduras dependen de la combinación de un sinnúmero de factores que cambian de un caso a otro.

En segundo lugar, también es difícil hablar de las revoluciones y de las dictaduras en términos generales, pues no hay un arquetipo, un modelo único que cobije todas las expresiones revolucionarias y dictatoriales. Es decir, no todas las revoluciones son iguales ni todos los regímenes dictatoriales presentan los mismos rasgos. Por el contrario, estos fenómenos se presentan bajo modalidades muy diversas, ya sea en términos políticos, sociales, estratégicos o militares.

REVUELTAS POPULARES

Desde el siglo XIX estallaron revueltas populares en diferentes estados latinoamericanos. Pero estas manifestaciones, a diferencia de lo que aconteció en México a partir de 1910, sólo tuvieron un impacto muy local o regional y, por lo tanto, sus efectos fueron limitados.

En México, durante la segunda mitad del siglo XIX, los indígenas de la península de Yucatán se enfrentaron en repetidas ocasiones a las elites blancas y mestizas en unas luchas en las que se mezclaban intereses agrarios y aspiraciones religiosas. A finales del siglo XIX, las luchas por la tierra también fueron muy frecuentes en la región andina de Bolivia y de Perú. Por la misma época, el nordeste del Brasil fue sacudido por los cangaceiros, una especie de bandoleros con cierto tinte social, que robaban y destruían las grandes haciendas, pero socorrían a los pobres. Esa misma región conoció también revueltas sociales alimentadas por discursos religiosos en los que se hablaba del fin del mundo, de la llegada de un mesías y de la resurrección de los muertos (la historia de este movimiento fue llevada magistralmente a la literatura por el novelista peruano Mario Vargas Llosa. en La guerra del fin del mundo).

En Colombia, en la región del Cauca, el indígena Manuel Quintín Lame lideró, a partir de 1910, un importante movimiento de resistencia con el fin de recuperar las tierras que les habían sido usurpadas por los terratenientes en las décadas anteriores. Sin embargo, estas revueltas fueron, en la mayoría de los casos, derrotadas.

En la primera mitad del siglo XX hubo otras revueltas populares que reflejaron el descontento social de amplios sectores. Indígenas y campesinos se rebelaron contra el desmantelamiento de sus tierras colectivas, sobre todo en Perú. Venezuela y El Salvador. Entre 1926 y 1933. Nicaragua vivió una revuelta indígena-nacionalista; y durante toda la década de los años veinte el proletariado urbano de América Latina, apoyado por los nuevos partidos de izquierda (partidos socialistas y comunistas) se movilizó para exigir mejores salarios y derechos laborales.

Estas revueltas locales estallaron en un contexto social y político muy desfavorable para los sectores populares. En efecto, durante el siglo XIX, e incluso bien entrado el siglo XX, el escenario político de gran parte de América Latina estuvo dominado por caudillos que establecieron regímenes de tipo dictatorial, ajenos por completo a los ideales democráticos. Los ejemplos son numerosos: entre 1821 y 1935. Venezuela no conoció sino un breve período democrático (1864-79); de resto, ese país estuvo bajo el férreo control de los caudillos militares. La dictadura de Juan Manuel Rosas dominó la vida argentina entre 1829 y 1852. México no escapó a esa situación: Porfirio Díaz gobernó su país con mano de hierro durante más de tres décadas (1876-1910).

LA REVOLUCIÓN MEXICANA (1910-17)

En América Latina, el siglo XX se inició con el triunfo de la Revolución Mexicana, un acontecimiento que tuvo, durante mucho tiempo, una gran repercusión no solamente en el país azteca sino en todo el continente. La Revolución Mexicana puso fin al porfiriato e introdujo profundas reformas, a tal punto que a partir de 1910, fecha en que se inició el proceso revolucionario, comenzó una nueva etapa en la historia mexicana. La revolución tuvo un claro contenido político y social que respondía a las necesidades y a las demandas de amplios sectores de la sociedad.

Al comenzar el siglo XX México presentaba varios problemas:

• La inmensa mayoría de campesinos vivía en condiciones lamentables. El 80% de los campesinos no poseía tierras, lo que los obligaba a trabajar como peones para los terratenientes bajo diferentes modalidades de servidumbre, sin remuneración alguna y sometidos a todo tipo de arbitrariedades.

• Las clases medias y el proletariado, productos del desarrollo industrial y urbano que se había gesta do en la segunda mitad del siglo XIX, eran excluidos de los beneficios económicos y de las decisiones políticas. Incluso algunos sectores de las clases altas (ricos comerciantes e influyentes terratenientes). afectados por una crisis económica que se había producido en 1907, empezaron a cuestionar la dictadura de Porfirio Díaz.

En 1910 se realizaron elecciones presidenciales.

Aprovechando el descontento generalizado, un rico terrateniente, Francisco Madero, Lideró una campaña antireeleccionista que aparentemente no tuvo mayor éxito, pues Porfirio Díaz fue reelegido en unos comicios fraudulentos. Sin embargo. Madero persistió en su oposición: el 5 de octubre dio a conocer el primer manifiesto revolucionario y poco después hizo un llamado a la revolución. Campesinos del norte como Pancho Villa, y del sur, como Emiliano Zapata, respondieron a su convocatoria y se sublevaron en sus respectivas regiones. En 1911, el dictador Porfirio Díaz fue obligado a abandonar el poder y luego de nuevas elecciones. Madero asumió el poder.

Contrariamente a lo que muchos pensaron en ese momento la revolución lejos de haber concluido, estaba apenas comenzando. A partir de esa fecha las más diversas facciones se trenzaron en arduos combates por imponer sus ideas: los partidarios de la revolución se enfrentaron a los amigos del porfiriato, pero los revolucionarios, profundamente divididos en torno a los cambios que debían introducirse, también lucharon entre sí. La cuestión agraria fue quizá uno de los puntos centrales de la discordia entre los diferentes bandos rebeldes: para unos, la tierra debía ser distribuida entre el campesinado, pero otros no estaban tan convencidos. La reforma política también polarizó a los revolucionarios, pues mientras Madero quería introducir cambios muy moderados, los sectores radicales exigían una mayor participación de los sectores populares.

LA NUEVA CONSTITUCIÓN DE MÉXICO

La guerra civil se prolongó hasta 1917. Ese mismo año fue promulgada una constitución que definía las nuevas preocupaciones del Estado mexicano y reflejaba las demandas de las múltiples tendencias. Se destacan los siguientes aspectos:

• Reforma agraria: entre 1917 y 1940, el régimen revolucionario distribuyó más de 25 millones de hectáreas, entre un millón setecientos mil campesinos.

• Derechos para los trabajadores: se determinó un salario mínimo, se adoptó la jornada laboral de 8 horas, se reconoció el derecho a la huelga y se limitó el trabajo a las mujeres y los niños.

• Estado laico: no sólo significó la separación entre Estado y la Iglesia católica, sino que se acompañó de una serie de medidas anticlericales mediante las cuales se desconocía la importancia social y moral de la iglesia.

EL POPULISMO: 1930-65

Entre 1920 Y 1930 en Latinoamérica, surgió un movimiento que tuvo gran importancia durante varias décadas. Se trata del populismo, un movimiento nacionalista con marcado acento en lo social, que accedió al poder, muchas veces por medio de la fuerza, para poner "orden" en algunos Estados que atravesaban por serios problemas. El contexto en el que surgió el populismo tiene dos rasgos centrales:

• Una profunda crisis que afectaba a las clases dirigentes tradicionales, las cuales se habían mostrado incapaces de responder a los nuevos desafíos que planteaba el crecimiento económico y sobre todo, el desarrollo industrial. En las primeras décadas del siglo XX, la mayor parte de los países latinoamericanos conocieron una expansión económica sin precedentes y la industria empezó a cobrar mayor importancia. Sin embargo, amplios sectores de la sociedad no gozaron de esa prosperidad. La situación empeoró en 1929, por la crisis económica mundial, lo que motivó que entre 1930 y 1935, en casi todos los países latinoamericanos los regímenes fueran sustituidos de manera violenta. El populismo intentó encauzar el descontento de las "masas populares", que hasta entonces no habían sido tenidas en cuenta por los gobiernos oligárquicos de América Latina.

• El creciente intervencionismo de Estados Unidos en América Latina. Desde comienzos del siglo XX, los norteamericanos habían privilegiado el big stick diplomacy ("diplomacia del gran garrote") en sus relaciones con el resto del continente. La enmienda Platt (1903) inscrita en la constitución cubana, preveía el derecho de EE.UU. a intervenir de manera permanente en los asuntos cubanos; las intervenciones militares en Haití (1915), en Santo Domingo (1916) y en Nicaragua (1912. 1926) son apenas unos cuantos ejemplos del intervencionismo norteamericano. Pero la política del "gran garrote" suscitaba cada vez mayor descontento en algunos sectores latinoamericanos. El populismo encarnó ese sentimiento nacionalista y antiimperialista.

El populismo resulta difícil de definir, podría decirse, siguiendo a Pierre Vayssiere, que el término populismo designa un tipo de régimen personal, representado por grandes líderes carismáticos, cuyo discurso oficial hace énfasis tanto en él como en la defensa de los intereses del "pueblo" mediante una política demagógica y paternalista. Sin embargo, el componente autoritario y represivo no fue menos importante: numerosos representantes del popuIismo fueron militares y muchos de ellos accedieron al poder por la fuerza o recurrieron a ella para perpetuarse en el gobierno y la violencia fue un mecanismo privilegiado para acallar a sus opositores.

Si bien es cierto que la gran mayoría de regímenes populistas fueron Liderados por militares, sería erróneo pensar que todos ellos compartían una ideología y unas estrategias comunes. Más allá de los tres rasgos que hemos mencionado nacionalismo, retórica social y autoritarismo, hubo grandes diferencias no sólo de un país a otro, sino al interior de los ejércitos nacionales: es decir, los militares de un mismo país podían ser vistos como "populistas", pero entre ellos había fuertes rivalidades en torno al alcance de las reformas sociales y a los mecanismos para Llevarlas a cabo. Por eso, muchos regímenes populistas fueron depuestos por otras facciones militares, portadoras de una visión diferente de lo que debía ser el "populismo". Entre 1930 y 1957, período que marca el apogeo del populismo, se produjeron más de 40 intervenciones militares en toda América Latina.

Los siguientes ejemplos permiten apreciar las principales peculiaridades de los regímenes populistas, así como las divergencias que había entre ellos.

En los años treinta, Bolivia atravesaba una crisis generalizada. El país había sido derrotado por su vecino Paraguay en la guerra del Chaco (1932-35); a la derrota militar, se sumaba el costo económico del conflicto y los 50.000 muertos que había arrojado el combate. En el fondo, había un sentimiento nacionalista muy fuerte, pues desde su independencia, más de la mitad del territorio boliviano había pasado a manos de sus vecinos. Como si esto fuera poco, la explotación minera (estaño), una de las principales riquezas del país, se concentraba en unos cuantos multimillonarios, varios de ellos extranjeros. En ese contexto, algunos jóvenes oficiales parecían conscientes de la gravedad de una situación que se caracterizaba por la ausencia de identidad nacional, la exclusión y servidumbre de los indígenas que constituían más del 60% de la población y, el dominio total por parte de los terratenientes y de las compañías mineras.

En 1935, esos oficiales derrocaron a los políticos tradicionales con la idea de adelantar reformas sociales. Sin embargo, el populismo sólo se desarrolló a partir de los años cincuenta, con la llegada al poder del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Durante doce años (1952-64), los gobiernos de Víctor Paz Estenssoro (1952-56, 1960-64) Y de Hernán Siles Zuazo (1956-60), introdujeron numerosas reformas de corte claramente populista: nacionalización de la minas, incorporación de las capas populares a la vida política, apoyo a los sindicatos, reforma agraria, mayores libertades para los indígenas. En 1964, la experiencia "revolucionaria", que no se había traducido en mejoras sustanciales para la inmensa mayoría de la población, fue derrocada por un golpe militar.

EL CASO DE BRASIL

En Brasil, los tenientes jóvenes oficiales del ejército, enemigos de la oligarquía cafetera del país que había dominado la vida política desde el siglo XIX, suscitaron, a partir de 1922, diferentes rebeliones en varias ciudades del país contra la corrupción de la "vieja república". En 1930, esa "vieja república" fue derrotada, mediante un golpe de Estado, por Getulio Vargas, quien dominó, con algunas interrupciones, la política Brasileña durante varios años (1930-45, 1950-1954). Su gobierno adoptó algunas reformas favorables a los sectores populares, como la creación de un ministerio del trabajo encargado de resolver las demandas de los trabajadores, y el reconocimiento de derechos laborales.

Pero el autoritarismo también se destacó desde un comienzo: Vargas, que no ocultaba su entusiasmo por los regímenes fuertes de Alemania e Italia, cerró el Congreso, prohibió los partidos políticos, persiguió a los comunistas e impuso una severa censura a los medios de comunicación.

Vargas, como en los demás regímenes populistas, buscó controlar las masas mediante el reconocimiento de una serie de derechos, pero, al mismo tiempo, limitando seriamente su libertad de acción. La prohibición del partido comunista y el férreo control sobre el sindicalismo estaban dirigidos a encuadrar a los sectores populares bajo la tutela del Estado.

Su gobierno ilustra muy bien otros rasgos del populismo, como el intervencionismo creciente del Estado, cuyo fin era crear riquezas y empleo, lo que hizo de Brasil uno de los países más ricos de América Latina. Todos estos esfuerzos caracterizaron lo que se conoció con el nombre del "Estado nuevo" (1937-1945). Vargas fue derrocado por los militares en 1945. En 1950 regresó nuevamente al poder, esta vez elegido popularmente, e inició un gobierno mucho menos represivo y más democrático, en el que se decretaron nuevas medidas sociales, se llevó a cabo la nacionalización de la industria petrolera y se le dio continuidad al desarrollo económico basado en la industria.

ARGENTINA

Lázaro Cárdenas aplicó durante su gobierno (1934-1940) medidas de carácter populista con el fin de consolidar la legitimidad de su sistema político. En primer lugar, hizo grandes esfuerzos para debilitar el poder de los caudillos tradicionales y fortalecer el poder presidencial. Entre las medidas sociales, cabe señalar el apoyo del gobierno a los sindicatos y a las huelgas; la aceleración de la reforma agraria, que en sus 6 años de gobierno repartió 18 millones de hectáreas a 800.000 campesinos. Estableció sistemas de irrigación, construyó vías de comunicación, acordó una política de crédito para el campesinado y mejoró la educación para todos los mexicanos. En 1938, el gobierno procedió a la nacionalización de las compañías petroleras. Las elecciones de 1940 dieron el triunfo a Manuel Ávila Camacho, que de inmediato dio un giro a la derecha: la reforma agraria se detuvo y el apoyo a los sectores populares dejó de ser prioritario.

En 1945, Juan Domingo Perón fue elegido Presidente. Durante su gobierno (1946-55), mejoró los salarios de los empelados y protegió los intereses de la industria argentina, la cual, gracias a su crecimiento, permitió la incorporación de miles de trabajadores, que además se vieron beneficiados con la extensión sin precedentes de la cobertura social.

Después de su reelección en 1952, la política social y nacionalista del peronismo se debilitó debido a los problemas económicos que enfrentaba el país. Poco después, las buenas relaciones que había mantenido Perón con la Iglesia católica y con los militares se volvieron cada vez más tensas. Todo ello llevó a Perón al exilio en 1955 cuando la presidencia fue ocupada por militares antiperonistas.

ASPECTOS COMUNES DE LOS GOBIERNOS POPULISTAS

• Promoción social y política de los sectores populares y de las clases medias que hasta entonces habían sido excluidos del juego político y de la riqueza.

• Consolidación de la identidad en torno del Estado gracias a las nacionalizaciones que permitieron igualmente afirmar la soberanía del país frente a las pretensiones imperialistas de Estados Unidos y de las multinacionales que explotaban los recursos naturales en América latina.

¿El populismo sentó bases democráticas?

Esta rápida presentación del populismo hace pensar que, gracias a las reformas adelantadas por estos gobiernos, las bases democráticas de América Latina se reforzaron. Si bien es cierto que las reformas en muchas ocasiones fueron decisivas e innovadoras, éstas, no obstante, siempre tuvieron un alcance limitado. En el fondo, lo que buscaban los caudillos populistas mediante su retórica social y nacionalista era asegurar el control de unas masas populares, que si se les dejaba actuar de manera independiente y autónoma podrían llegar a ser una amenaza revolucionaria. Por esta razón, los gobiernos populistas se encargaron de vigilar estrechamente a los movimientos populares: los sindicatos siempre estuvieron bajo la dependencia del gobierno y no gozaron de mayor libertad de acción; los partidos comunistas fueron limitados y en ocasiones abiertamente prohibidos.

En el caso colombiano, el populismo nunca tuvo la misma importancia que en el resto de América Latina, quizá porque el partido liberal, en especial Alfonso López Pumarejo (1934-38, 1942-46), fue lo suficientemente hábil para conquistar el apoyo de los sectores populares mediante un programa de reformas moderado. Jorge Eliécer Gaitán, el máximo representante del populismo en Colombia, fue asesinado en 1948, cuando todo apuntaba a que ganaría las elecciones presidenciales.

LA REVOLUCIÓN CUBANA

En la segunda mitad del siglo XX, el triunfo de Fidel Castro (1959) marcó el inicio de un nuevo tipo de revolución fundado en el derrocamiento de las oligarquías terratenientes y de los intereses capitalistas en provecho de una sociedad. Desde los años treinta, el dictador Fulgencio Batista se había convertido en la figura central de la política cubana: durante sus gobiernos, la corrupción y la violencia eran permanentes, los intereses norteamericanos encontraban todo tipo de favores y privilegios (controlaban la banca, los cultivos de caña, la industria azucarera y tabaquera) y la inmensa mayoría de la población vivía en condiciones deplorables.

Para 1952, el dictador fue reelegido fraudulentamente. A partir de ese momento, la oposición se tornó más combativa. Desde 1953 se generaron intentos por derrocar el poder de Batista, pero solo hasta enero de 1959 las tropas de Fidel Castro entraron triunfantes en La Habana, mientras Batista huía de la isla.

En un comienzo, Castro intentó contar con el apoyo de Estados Unidos y fue incluso a Washington para tratar de apaciguar al gobierno, proclamando que su revolución no era ilegítima. Sin embargo, en la medida en que las primeras reformas que adoptó el nuevo gobierno afectaron directamente los intereses norteamericanos, las relaciones entre la isla y los EE.UU. se hicieron cada vez más tensas, lo que llevó a Castro a acercarse rápidamente a los soviéticos, que empezaron a ayudar a los cubanos de diversas formas: con préstamos a bajos intereses, venta de petróleo y la compra de azúcar a precios favorables para los isleños.

La reforma agraria prohibió a los extranjeros tener tierras en Cuba: de esta manera, las compañías norteamericanas, poseedoras de inmensas e innumerables plantaciones de caña, se vieron perjudicadas. En el plano social, la reforma en la educación permitió acabar, en unos años, con el analfabetismo, y la salud cubrió a toda la población.

A medida que Cuba multiplicaba sus nexos con la URSS, los EE.UU. tomaban todo tipo de medidas económicas en contra del régimen de Castro. En 1960, el gobierno de Eisenhower, molesto por la confiscación de todas las compañías norteamericanas realizada por Castro, decretó un embargo económico total, lo que significó el fin de todo tipo de relaciones económicas entre los dos países. Obviamente, esta medida, que aún hoy persiste, perjudicó de manera considerable los intereses del gobierno cubano, que perdía a su principal socio comercial.

En el plano político, nunca se consolidó un régimen democrático, pues el régimen castrista, desde un comienzo, ha perseguido todo intento de oposición. Y si los sectores opositores no gozan de derecho alguno, las elecciones no son más que un simulacro.

En las tres décadas siguientes, la revolución ocupó un lugar central en la política del continente. Sectores populares y de las clases medias, así como numerosos obreros, campesinos e intelectuales, fascinados por el ejemplo cubano, hicieron de la revolución el mecanismo privilegiado para solucionar los problemas en sus respectivos países. De esta manera, la mayor parte de América Latina vio el surgimiento de numerosos movimientos guerrilleros que estaban seguros de poder repetir la experiencia cubana en sus propias naciones. Por ejemplo, Tupamaros en Uruguay, Montoneros en Argentina, ELN y EPL en Colombia y Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua.

A pesar del auge guerrillero en toda América Latina, los movimientos revolucionarios no lograron acceder al poder, salvo en un solo caso: Nicaragua con la guerrilla sandinista en 1979. La falta de resultados del movimiento revolucionario o de las guerrillas latinoamericanas, se explica por:

• Los desaciertos estratégicos: se privilegió la acción militar en detrimento del trabajo político y social con las masas

• El desfase con los sectores populares: a partir de una visión mesiánica, la guerrilla creyó que sólo lo que ella proponía tenía validez, desatendiendo así en muchas ocasiones las reivindicaciones de campesinos y obreros.

• La represión planteada por parte de los gobiernos y sus ejércitos: la violenta reacción estatal fue un factor muy importante para el debilitamiento progresivo de los movimientos guerrilleros.

LA ALIANZA PARA EL PROGRESO

Hacia 1960, consciente del descontento de los latinoamericanos por los problemas sociales, EE.UU. lanzó la "Alianza para el progreso", un programa de ayudas que supuestamente debía disminuir la pobreza del continente. El presidente John F. Kennedy propuso liderar un "combate contra los enemigos comunes del hombre: la tiranía, la miseria, la enfermedad y la guerra". La "Declaración de los pueblos de América" (1961) fijó como objetivo central de la Alianza para el progreso realizar un esfuerzo conjunto que "acelere el desarrollo social y económico de los países participantes, con el fin de alcanzar un alto nivel de bienestar, con igualdad de condiciones para todos, en sociedades democráticas que se adapten a sus propios deseos y necesidades".

Sin embargo, ese proyecto social nunca se concretó realmente: la oposición de amplios sectores dirigentes, poco interesados en apoyar un pacto que, en última instancia, disminuía sus privilegios, y el profundo temor que inspiraba el comunismo, dieron al traste con el espíritu social que inspiraba al proyecto. Políticamente, el panorama no era menos inquietante: en los cinco primeros años de la Alianza para el progreso se produjeron nueve golpes de Estado.












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